El superlativo “Finalsima” no es suficiente para glorificar el examen de italiano. En la noche de Wembley -que entregó la Copa definida por nuestra sección como “arrepentimiento”- solo estaba Argentina, a pocos años luz (sobre todo en el apartado ofensivo) de nuestra selección al final de su ciclo. Hace once meses en el templo de Londres cogimos el título europeo con orgullo y picor, hoy nos cuesta ilusionarnos con una plantilla que no irá al Mundial y que ha tenido que empezar una complicada fase de reconstrucción. También sorprende que Roberto Mancini no haya podido radicar definitivamente los ejercicios de eliminación, dado que en una entrevista previa al partido con Rai Sport habló de la hipótesis del repechaje: «He leído, en el fútbol ha pasado antes, creo que Dinamarca por el Campeonato Europeo. Si eso sucede, estaremos preparados…».
La llama azul sagrada en realidad parecía haberse extinguido por un tiempo y no tenía sentido pensar en el pasado. Hay que respetar el partido, pero en Londres no podemos ni hablar del paseo de honor de lo que fue: la pequeña despedida de Giorgio Chiellini (45 minutos por supuesto no memorables en su destacada trayectoria en la selección tras recibir un trofeo-homenaje del presidente Figc Gravina), la temeridad y el riesgo de su compañero Bonucci (mira el codazo alto a Messi…), el hombre que ha amasado un legado del brazalete de capitán, la imprevisibilidad de Donnarumma (ver el segundo gol de Argentina) que al menos cerró la puerta en la segunda parte de la carrera. Por no hablar de los demás, de un ataque que nunca fue tan estéril y de un oportuno mediocampo dominado por los rivales. Luego, cuando Messi encendió, Italia estaba en ruinas: los campeones sucesivos jugaron dos-tres en la primera mitad, incluida una asistencia para el gol de Lautaro Martínez, una especie de tiro a puerta a Donnarumma en la segunda mitad. Y si Di María (haciendo goles con un toque burlón debajo) era el hombre a admirar ayer, la Juventus haría bien en insistir en dejarlo usar el conjunto blanco y negro aunque sea por una temporada.
Argentina jugó en el terciopelo, obteniendo un útil resultado número 32 consecutivo y dando espectáculo en casi todas las acciones. Incluso marcaría el gol de Dybala al final con apenas 180 segundos jugados (su primer gol tras tres años en la selección). Los azules estuvieron en constantes problemas de preparación y técnica y jugaron físicamente con las pilas bajas, tanto que Martínez (el arquero) ni siquiera tuvo que ensuciarse los guantes. No podemos estar en la cima, pero el período de involución después de la victoria en julio de 2021 parece interminable (tercera derrota en las últimas 10 carreras). Aplaudimos el regreso de Spinazzola, la actuación de Raspadori primero y Scamacca después representando un puente lanzado hacia el futuro. A partir del sábado en Bolonia contra Alemania comienza otra etapa, con jóvenes que pasarán una prueba de calidad para demostrar que son dignos herederos de quienes escribieron la historia hasta hace once meses.
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