Las palabras del exbandera del Inter y pilar de la selección italiana en la vuelta de los años 60 y 70 que Sandro Mazzola emitió a las revistas argentinas están destinadas a ser discutidas. Gratis. En una extensa entrevista en la que la estrella del Grande Inter tocó diferentes momentos, desde el enfrentamiento entre Helenio Herrera y José Mourinho hasta el peso de ser hijo de una estrella absoluta como Valentino Mazzola, pasando por la victoria y la derrota en azul, el relevo con Rivera en México 70 (“Nos duele no poder compartir minutos en la cancha”), el 4-3 con Alemania y la final con Pelé de Brasil: “Nunca he visto a Burgnich perder un duelo aéreo en mi vida”.
Pero en el Mundial de Inglaterra de 1966, que pasó a la historia de nuestro país por la derrota 1-0 ante Corea del Norte y la consecuente eliminación, Mazzola dejó espacio para sus dudas, lanzando fuertes acusaciones contra la FIGC. Era el 19 de julio, una fecha que pasó a la historia como la página más oscura de la historia de la selección italiana de fútbol. “Mamma mia, una tragedia. Pero el caso es que el supuesto fracaso -. Cuando volvimos a Italia tras quedar eliminados -son recuerdos del ex centrocampista-, yo no quería hacer nada. Ya sea saliendo con mi esposa o haciendo el amor, siempre me siento cansado. Hasta que un día el entrenador Edmondo Fabbri me pidió que hiciera unos exámenes». Mazzola volvió a aquel verano atormentado: “En aquellos días todo el que se lo cruzaba por la calle quería pegarle, el ambiente era insoportable”. Resultó que el “homo novus” del fútbol italiano, el técnico que en cinco temporadas llevó a Mantua de la Serie D a la Serie A, no le caía bien. Al menos para escuchar a Mazzola hoy.
Peor aún, también se está difundiendo la leyenda urbana de que fue el dentista quien anotó los goles coreanos. Eso no es cierto, el Sr. Doo-ik es un verdadero futbolista, pero solo se descubrió unos años después. «Después de la prueba -prosiguió el ex azulgrana en una entrevista con Antonio Moschella- nos encontramos con que nos había drogado alguien de la Federación que quería deshacerse del entrenador. En mi orina encontraron ansiolíticos”, reveló y luego agregó: “Luego hablé con algunos de mis compañeros de ese Mundial y todos nos reunimos con Fabbri. Todos teníamos los mismos síntomas y nos dimos cuenta de que habíamos sido víctimas de un complot ideado por unos líderes que querían hacer una revolución. Juntos decidimos solucionar este problema, pero terminó sin éxito, porque en Italia Fabbri tenía mala reputación y lo hacían considerar loco».
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