En Francia, la relación intelectual con el fútbol siempre ha sido complicada. Bueno, no desde el principio: recordemos que Albert Camus -que era portero- le impuso altos valores morales y que Nicolas de Staël lo pintó sin dudarlo.
Pero algo se rompió alrededor de Mayo del 68. Este amor por la competición, ensalzando el deporte de vanguardia del neoliberalismo (jugadores convertidos en vallas publicitarias, fichajes desregulados, etc.) es incompatible con la imagen que tienen de él los intelectuales de hoy cuando ser de izquierda es un carácter sexual secundario. de todo pensador francés.
Hay que decir que ciertos hechos han despertado sospechas: cuando el Mundial de 1978 organizado en Argentina amenazaba con ser alegremente explotado por el régimen dictatorial del general Videla, los jugadores y las autoridades francesas se mostraron poco receptivos a los llamamientos al boicot. especialmente firmado por Sartre, Aragon, Barthes, Duras o Gisèle Halimi. Siempre se ha podido amar el fútbol, pero en secreto: Dany Cohn-Bendit, que nunca ha negado su pasión, juega en Alemania, y los que leen “L’Equipe” lo hacen en casa.
Mundial de Qatar: para Daniel Cohn-Bendit, “los únicos que pueden actuar son los jugadores”
Luego vino 1998, que resultó ser una gran reconciliación: deleite popular, la “France black-blanc-beur”, el genio creativo de Zidane. Amar el fútbol, decirlo, escribirlo es posible otra vez. j
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