estoy bien

Maupassant,

pirandello,

tallado Dónde

Cortázar : Los cuentos, por definición, son motores tempranos, ya que producen al menos diez por libro. Los comienzos se eligen cada vez más porque, cuando una obra tiene solo unas pocas páginas, la primera oración debe ser enfática.

Mientras que los novelistas se adentran durante cientos de páginas en digresiones ciertamente agradables pero de dudosa utilidad respecto a arcos narrativos a los que los propios llamados novelistas optan por aplicar una suave presión, los escritores de cuentos son una bola de nervios. , cuerda floja, pura tensión.




27 minutos

Uno de los pocos grandes cuentistas que nunca se rebajó a la novela es el argentino

Jorge Luis Borges. La colección

Alefpublicado en su versión final en 1952, incluye diecisiete cuentos y por lo tanto que muchosíncipito. Las primeras líneas de Borges son siempre extraordinarias porque tejen los despertares más sugerentes, desencadenan los viajes más perfectos.

La siguiente es la primera frase del cuento titulado que Muerto : “A Hombre de la periferia de Buenos Aires, ese pobre hombre me has visto sin otra virtud que la locura que inspira la vanidad, hundiéndome en las vastas tierras ecuestres de la frontera brasileña y haciéndome capitán de los contrabandistas, Esto parecía, a priori, imposible. . Impossible definitivamente no era borgiano, y este capitán de contrabando de midland a caballo apareció de repente ante nosotros. Porque es una de las señas de identidad de la genialidad porteña mezclar la tierra argentina y la literatura antigua griega y romana, los caballos y cuchillos de los gauchos con textos árabes clásicos olvidados.

Aquí, sin duda, con Zahir, uno de los comienzos de cuentos más llenos de historia, lugar y tiempo que he leído: “En Buenos Aires, el Zahir es la moneda común, vale veinte centavos; En Guzerat, a fines del siglo XVIII, un tigre era Zahir; en Java, un ciego de una mezquita de Surakarta, que es apedreado por creyentes; en Persia, un astrolabio que Nadir Shah había arrojado al fondo del mar; en la prisión de Mahdi, hacia 1892, una pequeña brújula tocada por Rudolf Carl von Slatin, envuelta en un turbante desgarrado; en la Mezquita de Córdoba, según Zotenberg, las vetas de mármol de uno de los mil doscientos pilares; en el gueto de Tetuán, el fondo del pozo”.

Qué viaje, ¿verdad?




58 minutos

Gregorio Estremera

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