En una Iglesia católica que contempla plenamente su futuro, el perfil de los “promovidos” refleja las prioridades marcadas por Jorge Bergoglio, quien poco a poco diseñó un Sacro Colegio menos occidental.
La ceremonia solemne, el noveno consistorio ordinario desde la elección de los jesuitas argentinos en 2013, se celebró el sábado por la mañana en la Plaza de San Pedro de Roma, bajo un sol abrasador.
Vestidos con túnicas rojas, los nuevos cardenales se arrodillaron ante el Papa para recibir el broche (un sombrero rectangular de color púrpura) y el anillo cardenalicio.
“¡Ánimo!”, “¡Adelante!”, dijo el Papa con una sonrisa para animarlos, ante los aplausos de miles de fieles, algunos ondeando las banderas de sus países.
Emil Paul Tscherrig, de 76 años, nació en Unterems, en el Alto Valais. Entró al servicio del Vaticano en 1978, bajo el liderazgo de Juan Pablo II. En este contexto trabajó en la nunciatura apostólica especialmente en Argentina, Uganda, Corea del Sur y Bangladesh.
El Papa lo nombró nuncio apostólico (embajador del Vaticano) en Burundi en 1996 y lo ordenó arzobispo. En 2017, el Papa Francisco confió a Emil Paul Tscherrig el cargo de nuncio apostólico en Italia y San Marino. Se convirtió así en el primer no italiano en realizar esta tarea.
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