La ciudad de Zárate en Argentina pronto se convertirá en el polo nuclear más grande de América del Sur. Argentina acaba de firmar un acuerdo con China, y los dos reactores que ya están en funcionamiento (Atucha 1 y 2) se unirán al tercero, Hualong One, abriendo también la posibilidad de fusionar el cuarto.
Al final del ciclo de expansión de la tecnología nuclear en Occidente, donde países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia no saben cómo responder al enorme daño medioambiental y la crisis financiera del sector, con decenas de accidentes que han provocado el planeta de rodillas (recordemos que en Chernobyl nació la tercera generación de personas con defectos genéticos y que en Fukushima hace más de 10 años que la radiactividad se vierte definitivamente en el Pacífico), Argentina, a contracorriente y fuera de toda lógica, se alinea con los gigantes asiáticos por razones que tienen muy poco que ver con la capacidad de elegir.
El acuerdo fue mencionado hace casi 10 años por Franco Macri durante el reinado de Cristina Kirchner, cuando trabajaba como una de las principales comerciantes de China en la región sudamericana. Entonces, durante la gestión de la deuda (o del fraude financiero) de Mauricio Macri, el negocio queda en el aire porque es prácticamente imposible compatibilizar estos dos frentes de financiamiento externo, con intereses contrapuestos. En diciembre de 2018, tras la presión de China en la reunión del G20 en Buenos Aires, Argentina siguió adelante con el proyecto.
Acuerdos financieros, como el FMI (Fondo Monetario Internacional) o China, que condicionaron toda la vida política argentina. La necesidad de redención económica a toda costa es la razón principal de todo el arco político. En la elección presidencial de 2019 se recombinaron las fórmulas electorales, intercambiando figuras de opositores políticos. Miguel Pichetto, garante del acuerdo con China y diputado de Cristina en el Senado, salió como vicepresidente de Macri y la propia Cristina Kirchner se alió con Alberto Fernández, su hasta entonces enemigo político. De esta forma, gane quien gane, se respaldan los dos proyectos financieros más importantes, que son la renegociación de los pagos al FMI y la nueva deuda con China.
En 2017 intentaron, como opción, llevar el proyecto a la provincia de Río Negro pero masivas movilizaciones en toda la Patagonia lo impidieron, logrando incluso la aprobación de una ley que prohíbe la instalación de centrales nucleares. Paradójicamente, cuando se reutilizó el reactor de Zárate, todos los sectores de la sociedad respondieron con el silencio. Incluso ambientalistas de CABA y Buenos Aires, a lo largo de 2021, protestaron contra cualquier negocio con China, excepto la nuclear.
El acuerdo nuclear no es más que una herramienta de condicionamiento político y una estrategia para la posición de China en la región. Así que aquí está su insistencia en hacer que suceda en casi 10 años. La historia de la energía nuclear en Argentina está plagada de conflictos y devastación persistente. Pero el sector doméstico también se ha quedado subordinado a la introducción de tecnologías (uranio enriquecido) sobre las que no tiene control y de las que China ahora depende. Este acuerdo es también un fracaso histórico después de 45 años de tecnología nuclear argentina.
Hay razones medioambientales más que legítimas para decir no a la energía nuclear en el contexto del cambio climático. De hecho, la central de Atucha se encuentra prácticamente inactiva debido al descenso del nivel del agua del río Paraná durante la actual sequía. También existen razones legales relacionadas con los riesgos derivados de la entrega, sin consentimiento, de un gran número de personas que viven cerca de donde se planea implementar el proyecto. También hay una razón moral, porque la tecnología de uranio enriquecido es una rama de la vertiginosa carrera armamentista de China, que de alguna manera pagaremos nosotros mismos.
Pero también es el más caro, es decir, el trato es un engaño para el pueblo argentino, que ya vive en una situación de extrema vulnerabilidad.
Pero nada de esto importa ahora. En los próximos 50 años (o más) enfrentaremos el problema crucial de los desechos radiactivos que se acumularán, sin solución, en las márgenes del río Paraná, cabecera de la región más densamente poblada de Argentina.
No nos rendimos. Continuaremos luchando por las generaciones futuras, para brindarles un futuro propicio en medio de este punto de inflexión histórico.
Foto de cubierta: Eldiarioar/Télam
foto interior: baenegocios.com
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