La designación de Antonio Aracre, de Syngenta, al frente del Consejo Presidencial, confirmó qué modelo agro – y económico – impulsaba gobernar el peronismo. Mercedes Méndez, quien acompañó a los niños y niñas en el hospital Garrahan, denunció el cinismo del gobierno y subrayó las contradicciones de hablar de derechos humanos y apoyar el extractivismo.
De Mercedes “Meche” Méndez
“Las lágrimas le hacen saber al público que ellos también tienen un corazón pequeño, pero esto es puro teatro. Saben muy bien que el actual modelo de vida que imponen es un modelo de muerte” – eduardo galano
Opinión
Y sí, es casi un pecado de ingenio. Justo cuando creía haber cumplido mi capacidad de asombro, vi la noticia: “El ex director general de una corporación multinacional se convertirá en el nuevo asesor principal de Alberto Fernández. Hablamos de Antonio Aracre, que deja Syngenta tras 36 años dedicándose a la política”.
Nuevo asesor presidencial. Sí, el mismo ejecutivo de la empresa de envenenamiento y ahora parte del Gobierno.
Después de la ira, la impotencia y el dolor que me ha causado este titular, considero que en definitiva este anuncio no es más que la confirmación de más muertes de las que han anunciado en décadas varios gobiernos que, cada uno con sus propios discursos, han pretendido profundizar el modelo extractivista. lo que solo resultó en más daños territoriales, enfermedades y muertes.
Cuando tengo que analizar el presente y, para iluminar la oscuridad, recurro a la historia reciente. Fue entonces cuando encontré muchas similitudes, excepto las diferencias, y entiendo que hay algunos casos en los que no puedo aceptar el gris.
Almacenamiento
Porque no puedo -ni quiero- olvidar las historias que se escuchan sobre carne viva, sobre los dañados en el Juzgado de Barrio de Ituzaingó (Córdoba), el ambiente fumigado y destrozado por el cáncer, las deformidades, los abortos y tantas otras dolencias. Porque no puedo -ni quiero- olvidar a Fabián Tomasi, que sus condiciones de trabajador rural en el manejo de plaguicidas le dieron como resultado una mala calidad de vida y una muerte prematura.
Porque no puedo —ni quiero— olvidar a Ana Zabaloy, una profesora de campo fumigada y luchadora filántropa de San Antonio de Areco, quien después de luchar incansablemente por la vida, batallando contra la fumigación, morirá de cáncer. Porque no puedo -ni quiero- olvidar las historias de sus alumnos y las fotografías que retratan sus vidas rodeadas de veneno.
Porque no puedo -tampoco quiero- olvidar a los hijos de Corrientes: Nicolás, Celeste, José, Antonella, Azul, Rocío, muertos o enfermos que tienen en común el hecho de haber vivido en un ambiente fuertemente contaminados por venenos/pesticidas utilizados en la producción agrícola allí.
Porque no puedo -ni quiero- olvidar el calvario que pasaron Sabrina Ortiz y toda su familia a raíz del incesante empañamiento que vivieron durante su vida en Pergamino.
Porque no puedo -ni quiero- olvidar todo lo que escuché en la universidad que creamos con el Comité Interno de ATE, en el Hospital Garrahan -donde trabajo-, con el objetivo de crear conciencia y que el testimonio de los heridos y mujeres y hombres la ciencia ha contado cómo está absolutamente probado que los plaguicidas son biocidas que contaminan, enferman y matan.
Porque no puedo -ni quiero- olvidarme de los vecinos de San Salvador (Entre Ríos), ese lugar que organizó con éxito la marcha contra el cáncer, porque están cansados de contar casos tras casos.
Porque no puedo -tampoco quiero- olvidarme de los vecinos de Exaltación de la Cruz, La Matanza, Lobos, Monte Maíz, Mar del Plata, San Nicolás y tantos otros lugares que hartos de ver cómo su salud y su entorno se está desmoronando, se fueron y hablan y pelean.
Y puedo seguir recordando para recordar porque no quiero olvidar.
Verdad
Porque la verdad es una sola. Y eso no es lo que alardean los medios de Antonio Aracre o sus allegados. Solo hay una verdad y es la que varios profesionales han investigado -sin conflicto de intereses- desde diversas disciplinas científicas y constatando de vez en cuando, en el aire, en la tierra, en los animales, en el agua y en los humanos: que los plaguicidas utilizados en la agroindustria son biocidas y esto es lo que hacen: matar la vida; y que no hay forma de usarlo de manera segura -como les gustaría creer a empresarios como Aracreno- esto es imposible. Muchas investigaciones y, lamentablemente, toneladas de testimonios de residentes hablan de la terrible experiencia de traer un cuerpo con venenos que es prueba viviente, o nada más, de estos ecocidios anunciados.
Justicia
Eso es lo que falta: justicia. Excepto en unos pocos casos en los que compañeros abogados han luchado junto a la sociedad y han logrado algo parecido a la justicia, prevalece la impunidad.
De qué otra manera se puede leer que no se considera o siempre se aconseja a las personas afectadas que son las que tienen que demostrar que los venenos están arruinando sus vidas, su entorno y que se les ordena demostrar cuánto veneno tienen sus cuerpos, pagando – además – estudios de su propio bolsillo sin que el Poder Justicia haga lo que sea necesario para acabar con este tormento.
Habrá justicia sólo cuando cese este envenenamiento, lo demás será corrección o, como decía Galeano, “lágrimas por la grada”.
La culpa no fue solo de Aracre
De varias Madres (Plaza de Mayo) aprendí a respetar y considerar estas tres premisas – Advertencia, Verdad y Justicia – que eran ineludibles cuando ayer hablamos de defender los derechos humanos.
La adopción del modelo extractivista es una de las violaciones más perversas a los derechos humanos -y de la naturaleza, somos nosotros- en la actualidad.
Este modelo biocida no puede coexistir, como muchos sostienen, con la agroecología, como una salida importante a este desastre.
Y nombrar a Antonio Aracre para un cargo de gobierno no parece ser una política de promoción de la agroecología.
Designar al CEO de Syngenta y al mismo tiempo decir que están fomentando la agroecología es casi pervertido y cínico como denigrar a un militar y acto seguido darle un trabajo, fotografiarse, abrazarse y defender a un opresor.
Hay un gris imperdonable, y una vez que lo cruzas, no hay vuelta atrás.
* Egresada de Enfermería en el Hospital Garrahan, donde ha informado y denunciado las consecuencias del modelo agropastoral en la salud de la población durante muchos años.
Foto: Nicolás Pousthomis / Subcoop
19 de enero de 2023
agencia tierra viva
Traducción por Comité Carlos Fonseca
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